lunes, 21 de enero de 2008

Adele Bloch- Bauer. Musa y Amante...

Lo prometido es deuda y ahí va mi pequeña reseña sobre Adele Bloch- Bauer, la única mujer a la que Gustav Klimt pintó dos veces.

Adele Bauer nació en Viena el 9 de agosto de 1881. Su padre era el importante banquero Moriz Bauer, uno de los miembros de la élite económica austriaca como director de uno de los siete bancos más importantes del Imperio Austro-Húngaro, el Wiener Bankverein. El 19 de diciembre de 1899 Adele contraía matrimonio con el magnate de la industria Ferdinad Bloch, dieciséis años mayor por lo que nos encontramos ante un matrimonio de conveniencia "basado en el respeto pero carente de amor".

El aspecto más importante y por el que he elegido a esta mujer, aunque gracias a Klimt no es muy olvidada, es porque tras su regreso a Austria, ya que el colapso de la monarquía austriaca en 1918 llevó a la familia Boch-Bauer a las cercanías de Praga, Adele fue una gran protectora de artistas e intelectuales, convirtiendo su casa en uno de los centros culturales de la Viena Fin-de-Siecle. Se interesó por los idiomas y estudió intensivamente alemán, francés e inglés, sintiéndose atraída por la literatura inglesa. Huyendo de los moldes conservadores, Adèle fue una idealista que convirtió su casa, en la céntrica Elisabethstrasse, en lugar de encuentro con lo más progresista de la época: el músico Gustav Mahler y su esposa, Alma Mahler, el dramaturgo Arthur Schnitzler, el escritor Stefan Zweig, el también músico Richard Strauss, el arquitecto Otto Wagner y el propio Klimt. Usaba largos vestidos blancos y fumaba con boquilla como una chimenea, cosa que era poco frecuente en las mujeres de esa época.
Su talante progresista y casi revolucionario, que se fue forjando en una época en la que la conservadora monarquía estaba dando sus últimos suspiros, no fue un simple capricho de salón para impactar a la alta burguesía con la que se codeaba.

Adele falleció el 24 de enero de 1925, a los 43 años. Tras su muerte, su habitación de la casa de Schillerplatz se convirtió en una "habitación conmemorativa" siempre decorada con flores frescas. Su esposo transformó su cuarto en un santuario y se comprometió a cumplir con la última voluntad de su esposa de quedarse con los retratos y legarlos a la Austrian Gallery en Viena, después de su muerte. Murió cuando Austria ya se había convertido en una república y La Mona Lisa de Austria optó por la incineración, otra osadía ideológica para los tiempos que corrían en Austria. Sus cenizas descansan hoy en el cementerio central de Viena. El hecho de que Adèle se decidiera por la incineración equivalía en aquella época a un acto político y provocador. Este tema se había convertido, desde la proclamación de la Primera República en 1918, en uno de los asuntos políticos más controvertidos hasta el punto de que había dividido al país.

Adele, no quería que sus posesiones artísticas quedaran sólo para el disfrute particular de sus familiares más cercanos. Socialista convencida, donó en su testamento 150.000 coronas checas (unos 135.000 euros) a las asociaciones relacionadas con esta ideología política, además de insistir en que las telas que poseía de Klimt pasaran a formar parte de las arcas del museo nacional.

La evolución de la personalidad de esta mujer, que lo único que mantuvo en sus 42 años de vida fue su pasión por el mundo de la cultura, quedó reflejada a lo largo de los diversos retratos que el maestro vienés le realizó. También en ellos dejó patente la evolución de su relación, ya que según las malas lenguas de la época, Klimt y Adele fueron amantes durante más de diez años, teoría que nace por la ausencia de sexo en el matrimonio de la dama.

En el Retrato de Adele Bloch Bauer I, la muestra como un objeto de lujo, engastada entre láminas de pan de oro y en plata (tal vez Klimt estuviera influenciado en esta etapa de su arte por el oficio de orfebre de su padre), rodeada de símbolos, como las volutas y los ojos egipcios. Parece un auténtico mosaico bizantino —Klimt estuvo en Rávena a principios del siglo estudiándolos— donde tan sólo las manos y el rostro están pintados con óleo, aunque son precisamente estas partes las que revelan sus puntos débiles: "Enferma, sufriente, siempre con dolor de cabeza. Terriblemente frágil y oscura, con un rostro espiritual, delgada, elegante, complaciente y arrogante", son palabras de su sobrina María Altman para definir el carácter cambiante de Adele por aquella época.

Sea cual fuere el sentimiento de Klimt, de lo que no cabe duda es que Adele Bloch Bauer fue una mujer especial en su época, algo que todavía transmite su imagen, o de lo contrario no sería el cuadro más caro de la Historia del Arte.

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